domingo, 3 de julio de 2011

Font Roja - Menejador

A un bosque... me voy a un bosque. Sí, no te digo que vengas, ya sé que las cinco y pico de la madrugada no son horas pero... es que también tiene una cumbre de mil trescientos y pico metros... entre otras cosas.
Hecho.
   La Font Roja es un paraje natural que hay que visitar. Y punto.
Esta ruta empieza en el santuario de la Font Roja, cuya construcción termina en un impresionante precipicio que nos hace de balcón. Nos podremos recrear con sus vistas, pasear y disfrutar de la fresca y pura agua de su fuente cuando terminemos. Éste está construido al lado del antiguo, en ruinas actualmente.


   En cuanto tomamos la senda, ya podemos ver fuentes con agua fresca que nos hacen borrar, de un plumazo, otra cosa que no sea el ahí.

   Para,  respira hondo, mira a los lados, ¡qué preciosa senda tenemos delante!. Esos largos y bajos escalones, con sus troncos haciendo zócalo, todo cubierto de las pequeñas hojas secas de carrascas y encinas que predominan en este entorno, esa maravillosa y necesitada sombra que nos va a acompañar gran parte del camino... si es que yo no pido nada más.

  Dicen los entendidos que los jabalíes arrúan, gruñen, rebudian o roncan. No. Lo que hacen es hacer que me cague de miedo... menudo susto me ha dado, si ya no el sonido, pocos metros a mi derecha y tan grave que parece que venía del infierno, la aparición de esa bestia negra delante de mí, joder. Puede que éste no esté acostumbrado a ver energúmenos por aquí a estas horas, pero seguro que yo lo estoy menos de tropezarme así a un ejemplar de éstos, sin vaselina ni nada, sin avisar, así, a bote pronto. Cuando ha desaparecido de mi petrificada vista, si no fuera bastante, han empezado a cruzar los jabatos. ¡Oooooh!  ¡Qué bonitos! diréis, pero yo estoy pensando en la madre, en sus cuernos y en que soy un miedosillo que va sólo, temprano y en silencio por un bosque. 
   Pasados unos minutos, si no fuera bastante con el sustillo de antes, una manada de cuatro cabras montesas aproximadas a mi corta estatura que , con sus cuatro pares de cuernos, que ya digo yo que no son como las que llevan los gitanos con la trompeta y escalera, han irrumpido a unos diez metros delante de mí, volviendo a petrificarme con cara de bobo. Suerte que la última me ha visto y ha hecho un gesto que denotaba claramente que si ellas a mí me han asustado, yo a ellas más, así que he echado a correr detrás de ellas para espantarlas, algo crecidito y cargado de una valentía humillante, envidiando la facilidad de cómo subían entre los árboles y maleza.





Historias a parte, vuelvo a retomar la tranquilidad que me brinda el día, que se presenta caluroso y que lo voy a sortear con tanta sombra, alguna nube y el aire fresco para ser Julio que nos proporciona la altitud de más de mil metros. Aquí podemos observar el "Mas de Tetuán". Es un ejemplo de masía situada en la antigua explotación agrícola de la zona que aunque esté en semi-ruina, nos da una idea aproximada de cómo se vivía en la zona. Tiene un árbol de más de 350 años, el "Teix (tejo) del Mas de Tetuán".


   






   Toda esta parte ya se hace por camino forestal, que aunque no sea tan bonito como la senda, tampoco tiene desperdicio.








   Este camino nos lleva a un pozo de nieve (o nevero) bien conservado de 15 m de diámetro y 12 de profundidad, al que nos podemos asomar y comprobar el costoso trabajo que se debió de realizar tanto como para su construcción, como para su llenado en aquellos tiempos. El hielo acumulado se usaba con fines médicos, terapéuticos, de conservación y para el consumo de alimentos fríos ( p. e. nuestros famosos helados alicantinos).

   
Ya divisamos la cumbre y su moderno observatorio para prevención de incendios, que tiene un muy fácil acceso por el camino forestal y sin tener hasta ahora ningún desnivel exagerado.


   Uno de los momentos más importantes de cada ruta en la que hay un pico, cómo no, es cuando llegas a la cumbre. Ya no hay nada más alto, desde ahí se domina el paisaje, puedes disfrutar de su brisa, si el clima te lo permite, inhalar profundamente, relajarte, cerrar los ojos para escuchar los sonidos, saborear la soledad que te brinda en contadas ocasiones, en fin, disfrutar del lugar y de lo caminado hasta allí, buscar un lugar donde tomar lo que hasta aquí has traído, a sabiendas de que lo que te queda, en mayor o menor medida, es cuesta abajo.
   En este caso tenemos el Menejador, una de las cumbres más altas de la provincia, que con sus 1.352 metros, gobierna el paraje.







   Bien, ahora le toca descansar hasta incluso a mi sombrero, que también ha hecho su papel:


Acto seguido, el siguiente paso es importante, y va a marcar el trascurso de los siguientes minutos: elegir asiento. Creo que este sitio puede ser genial.


¿Quién no se ha comido  un bocadillo de atún con una fantica algunas docenas de veces?. Pues para mí, aquí, esto es un entrepán empapado con tomate muchamiel maduro, tronco de lomo de atún, queso de oveja curado y aderezado con aceite de oliva vírgen extra... ¡qué suculento bocado!


   Una vez culminada la gran faena, comenzamos el cómodo descenso y retomamos esa preciosa senda que nos llevará al final de la jornada, no sin dejarnos ciertas perlitas como las nubes, las vistas furtivas entre la maleza que vamos obteniendo del santuario, el bosque que dejamos allá arriba, curiosos peñones y un claro en el que han hecho reconstrucciones de lo que en su día fueron las carboneras y los hornos de cal.









Ya estamos terminando, y a parte de todo esto, se pueden observar más cosas, que casi pasan desapercibidas, pero gracias a la soledad y tempranera de este gran día, he podido captar abriéndole mis ojos a este lugar: las bellotas empezando a salir, algunas flores e insectos obteniendo polen. 





   Ya satisfecho, todavía encontré una agradable sorpresa. La "cova gelada", la entrada a una pequeña cueva que aunque algo tétrica y oscura, solamente con adentrarnos un par de metros notamos un exagerado cambio de temperatura. Esta cueva de origen kárstico mantiene una temperatura constante de 7º grados. Algo curioso.


   Y nada más. Solamente nos queda llegar al aparcamiento, no sin pasar por otra fuente más y por el restaurante del área recreativa. Podemos descansar en uno de sus bancos, beber agua fresca de su fuente y fisgonear por el santuario antiguo, en ruinas desde que cerró sus puertas.



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